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La dimensión de lo humano y de las cosas

Una semana más publicamos un artículo firmado por Juanjo Goñi, socio de APTES y miembro de la EDS:

«Cada vez es frecuente encontrar posturas enfrentadas en términos de la dimensión idónea de los países, las empresas, las competencias y los espacios de decisión. Son los últimos debates que enfrentan a quienes argumentan que separados lograran más y otros que defienden que la unión y la dimensión nos hacen fuertes. Hace casi un año, Escocia votó por permanecer unida, por una diferencia escasa entre partidarios y detractores, que seguramente valoran cosas distintas y tienen sobre todo intereses económicos o culturales marcadamente diferenciados.

No es posible dar una solución a estos debates mientras no vayamos un poco más al fondo de lo que la dimensión humana es y de lo que la dimensión de recursos supone en términos de capacidad de operaciones económicas o productivas. La dimensión humana está conectada con las relaciones interpersonales, con la emocionalidad y el sentido de pertenencia a un grupo o cultura inclusiva. Por otra parte la dimensión económica o de los recursos se refiere a la capacidad de negociar, producir con eficacia y disponer de capacidades para invertir en temas de futuro. Esta dimensión es globalizante pues busca el crecimiento como camino de evolución y mejora. La globalización, que todos vivimos, ha reforzado sin duda esta tendencia con un incremento de la dimensión de las relaciones económicas y productivas entre empresas y países, haciendo del gigantismo –más grande mejor- un objetivo para la competitividad de las empresas y las organizaciones.

La cuestión importante es saber si son compatibles el desarrollo de la dimensión humana en el trabajo y la sociedad, bajo parámetros de proximidad, participación, cooperación y confianza, y por otra lado la visión de la economía de las cosas y los recursos que impulsa la competencia interpersonal, el corto plazo, la acumulación de recursos y el gigantismo. Este debate entre lo global, unido al tamaño y a la interconexión de todos los fenómenos, y lo local, vinculado a la identidad, cierta autonomía y la capacidad de decisión cercana, está en muchos de los conflictos que hoy en día escuchamos en los medios de comunicación. Se repiten las posturas y los mismos argumentos una y otra vez en monólogos y debates sin fin, donde los argumentos económicos terminan imponiéndose. Lo hacen tratando de imponer el miedo y el impacto negativo en la economía local que tiene aplicar y extender las cuestiones de identidad vinculadas siempre a la fragmentación, a lo local y a lo diferente.

Sabemos y sentimos que lo humano está muy cerca de lo pequeño, de lo próximo y es en este espacio donde se experimentan las emociones y donde se influye. Esto lo es para casi todas las personas del mundo salvo para unos pocos que dirigen el rumbo de grandes empresas o países. Y esta realidad nos la marca la propia biología que nos sitúa como primates sociales, con una clara vinculación en grupos de pequeño tamaño- un ciento de individuos- fuera del cual la familiaridad e intensidad relacional decae. Esto significa que estamos hechos para desplegar capacidades y recibir apoyos en lo próximo, y por eso todo aquello relacionado con la educación, el bienestar, la salud, los cuidados se sitúa en el plano de lo local o pequeño. Ante problemas globales, como el cambio climático, de impacto general en grandes colectivos, las respuestas son locales creándose soluciones dispares según aspectos culturales, de recursos disponibles y de capacidades personales de quienes se ven afectados.

Sin embargo cuando pasamos a tratar de mejorar u optimizar recursos, a ordenar cosas y producir para muchos nos damos cuenta que la dimensión y cierta normalización conduce a emplear menos recursos y lograr mayores resultados. Así es la agricultura intensiva, la fabricación, el uso de grandes infraestructuras y el transporte, entre otras que se corresponden con recursos que requieren un tratamiento global.

¿No sería posible establecer de una vez para al menos unos años esta dualidad en la gestión de lo público? Y experimentar cómo la organización social debe responder a dos modelos complementarios y no contrapuestos. La dimensión humana en términos de local y pequeño para los aspectos sociales y de relación personal, y la economía de escala en el uso de recursos materiales acumulados para optimizar capacidades. Por ejemplo los servicios de salud y educación, son por su naturaleza de carácter local y la descentralización de capacidades en el territorio, y la diversificación y cercanía a los usuarios debe ser partes constituyentes de su diseño principal, por delante de la gestión económica de los mismos. Sin embargo las infraestructuras de transporte deben buscar la optimización y compatibilidad de los medios en tanto son cosas. Mientras el debate se centre en el todo o nada, y en que la opción local e identitaria debe contraponerse a la opción central y de homogeneidad, estaremos perdiendo mucho tiempo y muchas oportunidades de progreso social siempre  aplazadas.

Este planteamiento que representa una forma dual de tratar las dimensiones de lo humano y de la economía de recursos, nos conduciría a dos modelos económicos diferenciados, correspondientes a la economía productiva de las cosas –la de hoy- y la economía reproductiva de los elementos personales y sociales –hoy no reconocida-.

Europa y todas las comunidades políticas y económicas se debaten en hacer posible un equilibrio entre identidad –pueblos personas- y capacidad –estados y recursos-, cuestiones ambas que deben seguir perfeccionándose y ocupando su espacio a través del avance en la ciencia, la tecnología, la actitud ciudadana y la cultura local.»

La ambición por el cambio social está anestesiada

Por Juanjo Goñi, publicado el 21 de febrero de 2015 en Noticias de Gipuzkoa

Conforme pasan los años, las opciones de cambio ante crisis y oportunidades de todo tipo, son mucho menos ricas y todas se concentran en debates de índole económica y escasamente social.

Hemos admitido muchos mantras socioeconómicos, que hacen pensar a todos igual con una pequeña diferencia de matices, pero con una reducida ambición de cambio hacia modelos sociales innovadores. Podemos repasar algunos de estos mantras -fórmulas que se pronuncian durante las ceremonias, en los rituales donde los gestos, palabras y pensamientos adquieren su máxima eficacia-, que todos oímos y admitimos. Por su repetición se hacen ciertos y anestesian nuestra capacidad de luchar por otros nuevos objetivos, lo que sería importante superadas ciertas etapas de desarrollo económico como las vividas en los últimos 50 años.

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80 años midiendo mal la riqueza de las naciones

Alexander Boto Bastegieta – AGIRRE LEHENDAKARIA CENTER

  • Con el PIB no estamos midiendo el bienestar de una sociedad.
  • Convertir el PIB en el principal marcador del éxito político y la grandeza de una nación es un error mayúsculo.
  • Euskadi se encuentra en la vanguardia de este debate internacional apostando por el nuevo Índice de Progreso Social.

Cuenta la historia que sobre el año 1660 Oliver Cromwell, dentro de sus campañas de conquista de Irlanda y Escocia, encargó al economista Willian Petty que midiese la riqueza de estos territorios, con el objeto de establecer los impuestos adecuados que debía recibir. El resultado fue de 670 millones de libras y estableció la primera medición de la economía.

Posteriormente, en 1776, el escocés Adam Smith afirmaba en su célebre obra “La riqueza de las naciones” que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico potenciado a través de la libre competencia. Sin embargo, en sus últimos artículos expresa su preocupación por las mediciones económicas, que no representaban adecuadamente el bienestar de las personas.

Es en 1934 cuando el Congreso de Estados Unidos, observando las penurias de la Gran Depresión, encarga a Simon Kuznets la creación de la considerada desde entonces mejor aproximación al crecimiento económico de un territorio: el Producto Interior Bruto. Sin embargo, antes de recibir el Premio Nobel en 1971, Kuznets advirtió ante el Congreso: “Hay que tener en cuenta las diferencias entre cantidad y calidad del crecimiento. (…) El bienestar de una nación difícilmente puede ser inferido por la medición de su crecimiento económico”.

En definitiva, tanto el que mide por vez primera la economía (Petty), como el que establece la base de la medición económica (Smith) y el padre conceptual del PIB (Kuznets), muestran en algún momento su preocupación por la diferencia existente entre el crecimiento económico y el bienestar de una nación. Y, admitámoslo señoras y señores economistas, en estos 80 años desde la creación del PIB no hemos sido capaces de resolver sus insuficiencias y limitaciones.

Aunque desde entonces numerosos académicos han debatido y puesto en cuestión la idoneidad del PIB, no es hasta el año 2009, cuando el gobierno de Sarkozy encarga un informe sobre medición del bienestar a los reputados economistas Stiglitz, Sen y Fitoussi. Este informe marca un punto de inflexión en el debate y concluye: “En una sociedad cada vez más orientada a la medición del desempeño, tener las métricas correctas importa mucho. Lo que medimos afecta mucho lo que decidimos y lo que hacemos. Si usamos malas mediciones, impulsaremos las prioridades equivocadas… El PIB no puede ser la medida única del desempeño de una nación”.

¿Es el PIB un mal indicador? La respuesta es no, pero por sí solo es muy incompleto y muestra una visión parcial. En la historia se han producido períodos con rápido crecimiento del PIB acompañado de una creciente desigualdad de los ingresos. El PIB no incluye elementos del bienestar tales como esperanza de vida, niveles sanitario y educativo, condiciones laborales, tiempo de ocio disponible, costes de la vida urbana, degradación del medio ambiente o respeto de los derechos humanos. Dos naciones pueden tener igual valor monetario de PIB pero una tener una juventud perfectamente preparada y con los conocimientos que a medio plazo requerirá el mercado laboral y otra sin perspectivas de futuro. Por lo tanto, convertir el número del PIB en el principal  marcador del éxito político y la grandeza de una nación es un error mayúsculo.

En los últimos años este debate está cogiendo fuerza internacional y antes o después el necesario cambio se va a producir. Organizaciones como Naciones Unidas, con el Índice de Desarrollo Humano, y más recientemente la OCDE, con la Iniciativa Vida Mejor, o países como Alemania, Holanda, Canadá y Suecia ya están recogiendo en sus estadísticas oficiales trabajos de medición del bienestar más allá del PIB. Es tarea de los gobiernos comprometerse a poner en práctica este nuevo enfoque del bienestar.

Pero, ¿cómo estamos avanzando desde Euskadi en esta línea? Euskadi está presente en este tipo de iniciativas pioneras a nivel mundial. El Gobierno Vasco, a través del Eustat,  lleva años liderando este nuevo enfoque de mediciones con trabajos como el Índice de Desarrollo Humano, Indicadores Europa 2020, Índice de Concentración de Gini o la nueva tasa de pobreza o exclusión social. Complementariamente, la Universidad de Deusto, mediante el Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra, y la Universidad del País Vasco, a través del Agirre Lehendakaria Center, se sitúan en una posición de experiencia, cooperación y conocimiento fundamentales para aportar las claves de la que se prevé en el futuro nueva métrica del bienestar, progreso o prosperidad.

Estas instituciones han detectado, evaluado y apostado por el cálculo del recientemente establecido “Índice de Progreso Social”, que ha entrado en el panorama mundial con muchísima fuerza para complementar al PIB, siendo Paraguay el primer país en adoptarlo oficialmente como una medida de desempeño nacional. Mi pronóstico es que en unos pocos años hablaremos del IPS igual que hoy hablamos del PIB. La idea original parte del eminente profesor de negocios de Harvard de Michael Porter, y Euskadi, en su trayectoria referente en el campo del Desarrollo Humano Sostenible, está participado en este nuevo Índice como caso único, piloto, de una nación no Estado,  aportando su granito de arena en esta nueva vía de conocimiento.

El Índice de Progreso Social responde a tres preguntas principales: si se está proveyendo a las personas con sus necesidades esenciales (nutrición y cuidados médicos básicos, saneamiento, seguridad personal); si tenemos adecuadamente aspectos clave para mejorar y mantener el bienestar de las personas y las comunidades (acceso a conocimiento básico, acceso a información y comunicaciones, salud, sostenibilidad de los ecosistemas);  y finalmente, si existe la oportunidad para todas las personas de alcanzar su pleno potencial (derechos personales, acceso a educación superior, libertad personal, equidad e inclusión).

Y en este índice, ¡Estados Unidos no es el número 1!  Nueva Zelanda ocupa la primera posición, seguido por Suiza, Islandia y los Países Bajos. Todos son algo más pobres que Estados Unidos por habitante, sin embargo, parece que hacen un mejor trabajo para satisfacer las necesidades de sus pueblos.

Otro dato que me llama mucho la atención: cada 17 años la economía global (el PIB del Planeta) se duplica (ascendiendo en la actualidad a unos 90 trillones de dólares).  Pero la pregunta fundamental es la que realiza el subsecretario general de la ONU, Heraldo Muñoz: ¿queremos un mundo que solo valora la competitividad, productividad y las exportaciones, o queremos un mundo que se preocupa por mejorar constantemente las condiciones de vida de los seres humanos? Demasiadas autoridades olvidan que el objetivo principal de la política económica es mejorar la vida y el bienestar de las personas para incrementar sus opciones, libertades y capacidades. Encontrar qué medir, cómo y para qué es crucial, y será uno de los mayores retos para la estadística oficial en los próximos años.

El mundo está listo para una nueva métrica global para el progreso y la prosperidad nacional y global, y Euskadi aportará sin duda valor y experiencia en este reto. Para terminar, una cita de Justin Fox, de la Universidad de Harvard: “El dinero no lo es todo. Pero para medir el éxito de una nación ha sido prácticamente lo único que cuenta (además de los deportes, claro está)”.

Alexander Boto Bastegieta
Agirre Lehendakaria Center

Publicado en Deia 14/05/2014