Los 6 capitales

La economía del crecimiento sostenido no tiene sentido

Las escuelas de pensamiento económico difieren en la tecla que hay que tocar para el crecimiento económico sea sostenido en el tiempo; por una parte si liberar más los mercados o por otra si intervenir más en ellos, pero no se abre aun el debate sobre qué parámetros debemos entender el crecimiento. Un crecimiento económico sostenido en el tiempo y referido a los bienes cuantificables como el PIB, la renta per cápita, las inversiones empresariales y las infraestructuras nos remite a la época de la industrialización y el pleno empleo, donde estos parámetros ocupaban todo el espacio del valor social de la economía. Y por su naturaleza global y de impacto en los recursos físicos el crecimiento económico sostenido no tiene sentido. Tal vez las economías avanzadas, deban girar el Cabo de Hornos y trasladarse a otros modelos socioeconómicos regidos por otras leyes de carácter humanista, y de visión integral y sistémica de la calidad de vida de los humanos, como referencia a la que conducir las demás economías.

sostenibleLos nuevos ingredientes de la sociedad de hoy, con un alto valor de la salud, la cultura, el ocio, la identidad y la educación, donde los medios de comunicación están trastocando los modelos de servicio y relación entre las personas, abren otras posibilidades en la economía de los intangibles y de las innovaciones en las relaciones entre distintos colectivos. Los parámetros de medida de la riqueza se han  quedado muy cortos, y su mantenimiento obedece a razones macro y de comparación interpaíses, para la gestión de compromisos, prestamos e inversiones económicas. Cualquier transgresión del orden internacional es combatida con represalias económicas, y estas a su vez impactan en la capacidad económica de la población a través de pérdidas de ingresos públicos o privados, pérdida de empleo, y encarecimiento de la vida.

Las primeras aproximaciones como el IDH (Índice de desarrollo Humano) buscan introducir alternativas en los modos de medir la riqueza nacional que supere los recursos económicos como foco principal. Lo que es evidente es que en estos nuevos índices se entremezclan cuestiones de carácter muy distinto como el nivel de educación, la esperanza de vida, y otros que son variables de medida de un recorrido vital y no tanto una situación concreta. Aparecen sin duda los activos sociales que se construyen en el medio y largo plazo, y que afectan a lo micro del individuo o la familia y que constituyen los pilares de progreso de cualquier sociedad. Y en esta extensión inevitable de los parámetros que miden la riqueza, tenemos que decidir si seguimos con la economía tradicional e incrementamos sobre ella los ítems que representan el desarrollo social más allá del económico o  dejamos que la economía sea sólo una parte de un modelo más extenso e incluyente que podemos denominar exonomía.

IDH (1)

Exonomía es la economía de los intangibles que incluye a los recursos materiales como un medio y no como un fin. Todos los fines de la exonomía son intangibles, pero no así los medios. Exonomía quiere ser un espacio  de identificación y desarrollo de la riqueza social, en la que los recursos económicos son medios y no finalidades  de objetivos sociales de los países. Exonomía quiere incluir desde el origen la perspectiva del corto, medio y largo plazo, en tanto los activos sociales no tienen el mismo ciclo de construcción y desarrollo. Exonomía no es una visión económica exclusiva sino que quiere adoptar una forma sistémica en la transformación de los activos sociales que cooperan y que pueden ser construidos sobre espacios cooperantes de recursos.

Podemos optar por alguna de las dos formas, la extensión de conceptos o la elevación de nivel del espacio de medición y desarrollo de la riqueza. En cualquiera de los dos casos el riesgo de no hacerlo nos conduce a querer dirigir la sociedad mucho más compleja que hace 200 años, con sólo una parte de los motores de transformación y con una miopía y desconexión en los objetivos deseables.

Iniciativas que apuntan a estas consideraciones están surgiendo por muchas partes: una de ellas la encabeza Jeffrey Sachs que habla de la existencia de seis naturalezas de capitales y considera que todas ellas juegan en la economía de forma complementaria. Jeffrey Sachs habla de seis clases de bienes de capital: el capital comercial, las infraestructuras, el capital humano, el capital intelectual, el capital natural y el capital social. Todos ellos son productivos, pero cada uno de ellos tiene un papel distinto. Su visión es como estos capitales contribuyen a la riqueza económica, pero no cómo la riqueza económica alimenta estos capitales.

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Visto de esta segunda manera es decir poniendo los medios detrás de los fines  la riqueza social es un compendio armónico de los seis capitales que son: El económico, el conocimiento, el bienestar, la cultura, en entorno natural y la confianza. Este enfoque lo citábamos hace más de 4 años en el artículo de este medio “los seis capitales”.

La sociedad evoluciona creando y consumiendo activos sociales, según la visión de sus colectivos que están organizados en espacios sociales de distinta dimensión. El individuo, la familia, el club de deporte o asociación, el equipo de trabajo, la empresa, la comunidad de vecinos, el municipio, la universidad, la región, la nación…están todo insertos en un balance dinámico en el uso y consumo de activos sociales. Lo que ocurre que al ser no tangibles las reglas de la oferta y la demanda y otras pautas como la economía de escala no operan bien.

Activos Sociales

Sugerimos avanzar por elevar el rango desde el que observar los términos de que es riqueza social y de aventurarnos a que cada comunidad determine cuáles de estos activos son más importantes que otros y de esta forma determine la orientación de las pautas de gobierno y decisión colectiva. No es lo mismo una comunidad carente de medios  de subsistencia que otra con se focaliza en la salud de su población envejecida.

La exonomía se representa por un hexágono de seis lados, en la que en cada lado tenemos un conjunto de activos sociales. En la exonomía nos dice que tenemos que definir en cada comunidad cuáles son los activos sociales que son objetivo del desarrollo social en cada momento, lo que en definitiva constituye la riqueza de un colectivo o una sociedad, y que no tiene que ser igual para todos. Cuando las condiciones básicas de vida y de salud están bajo mínimos los activos sociales son otros. No sirve de nada comparar Alemania con Nigeria a efectos de parámetros de riqueza o PIB per cápita, pero lo hacemos con demasiada frecuencia.

En La Riqueza de las Naciones de Adam Smith en 1776 nos explicaba como la especialización y la industrialización era, a través de la eficiencia creciente, una fuente poderosa de creación de riqueza y que a través del comercio posibilitaba una disposición extendida de los medios materiales. También cita a las habilidades personales de los operarios y su dedicación como elementos que potencian esta mayor especialización y fabricación masiva.

Los tiempos han cambiado mucho y las tecnologías han alterado los modos de trabajo, las actividades productivas y de servicios, y de comunicación entre humanos. Y lo que ha cambiado es que una visión uniforme de la economía, o de las formas o modelos de vida ya no sirven con propósito global. Tal vez tengamos que saber qué modelo de vida queremos y desde ahí establecer los activos que merecen la pena construir o intercambiar. Si el Reino de Bután posiciona a la felicidad personal como objetivo compartido, sus iniciativas públicas y medidas de progreso deben ser singulares y diferentes de lo que busca Europa.

Podríamos concretar que un sistema de desarrollo sobre el que queramos medir la evolución de un colectivo humano debería reunir las siguientes características.

Ser personalizable. Es decir podría fijar objetivos preferentes entre los activos sociales, lo que es una elección de un modelo de vida. Este debate y diseño ha de ser muy participativo y es objeto de la definición de los principios rectores de la evolución de un colectivo humano. Esto condiciona las políticas, que son soluciones creativas, y la asignación de recursos creando unas prioridades sociales a las que responder en momentos de mejor o peor coyuntura. Esta escala de valores no es razonable que oscile entre posiciones políticas de un tipo u otro. Lo que podría oscilar de un partido a otro es en el cómo se alcanzan estas prioridades y no tanto cómo son de importantes.

Estable e intergeneracional. La consideración de un sistema de desarrollo de la riqueza social nos conduce a una visión temporal de largo plazo y donde los relevos generacionales son tenidos en cuenta como un conjunto de procesos colectivos que permiten este progreso. Los procesos de transferencia de los activos tangibles (bienes materiales) e intangibles (identidad, cultura, conocimiento) deben existir y formar parte de la dinámica del sistema de riqueza social. Por ejemplo, la educación y la ciencia como activos sociales, están afectadas por la transferencia intergeneracional y  no deberían estar en espacios abiertos de mercado donde las decisiones individuales priman sobre las colectivas, en el uso de estos recursos muy importantes.

Cohesionadora. Si hablamos de riqueza social el modelo debe incluir los mecanismos que tiendan a aprovechar mediante sinergias las capacidades de diferentes naturalezas de activos. Frente a la cultura de que los recursos son siempre limitados, lo cual es cierto si nos referimos a los económicos, no lo es en términos de recursos intangibles como el conocimiento, la seguridad, la confianza y otros. Es por lo tanto posible diseñar sistemas donde la regla suma cero sea sustituida por la regla suma sin límite y donde otros mecanismos de cocreación de activos sean posibles.

Innovadora. Las posibilidades que abre un espacio de reflexión y acción sobre los activos sociales, da pie a que la innovación social –nuevos modos de relación e intercambio- sea la capacidad dominante de un colectivo humano, que busca logros comunes en los fines y no tanto en los medios. La innovación industrial y de productos debe dar paso a una innovación en los modelos de relación, distribución de poder, el conocimiento y de la riqueza social.

Sistémica. Los modelos económicos dominantes se basan en la algoritmia de las causas y sus efectos como instrumental de previsión y planificación de lo económico. Son los llamados modelos lineales. Esto que en la faceta macroeconómica es factible, aunque está lleno de sorpresas, no es aplicable en los niveles micro de las personas o pequeños colectivos donde las variables intangibles, emocionales o culturales toman el control de lo que se hace, desprestigiando los pronósticos de los modelos econométricos. Las métricas de evaluación social deben ser revisadas en profundidadpasando a modelos armónicos  y no maximizantes o lineales como mecanismos de priorización y valoración de la calidad de las mismas.

Aplicable a lo pequeño.– Las dimensiones de los aspectos emocionales y de relación, a pequeña escala determinan en conjunto muchas cuestiones de la calidad de vida. En este sentido el modelo debe poder ser aplicable a escala personal, a escala familiar, comunitaria, de colectivos y de organizaciones sociales complejas como ciudades, regiones, naciones o estados. Las variables intangibles se pierden en las grandes dimensiones y solo salen a relucir las tangibles, físicas o econométricas.

Integradora.- Cuando nos referimos al valor social como objetivo de logro de cualquier colectivo, debemos tener en cuanta una globalidad de significados que cada colectivo puede apreciar como más interesante. Por este motivo la cultura local y su desarrollo de su diversidad como factor de identidad, es uno de los parámetros relevantes del Valor social, que puede entrar en colisión con otros principios como los de la eficiencia en los recursos que aporta la visión económica.

LOS SEIS CAPITALES.

¿Por qué?

Una visión integradora de la riqueza social y su tratamiento -la exonomia- debe abarcar y ampliar los logros ya conseguidos en la faceta del desarrollo económico de la humanidad, con los nuevos requerimientos de calidad de vida y bienestar. Tal vez el debate que subyace en esta necesaria hibridación de recursos y valores es la relación de dependencia entre unos y otros. La revolución industrial consolidó y desplazó los móviles de una sociedad, históricamente organizada por el dominio de unos colectivos sobre otros tales como la realeza, el linaje, la riqueza, o el saber,….., al económico como factor superior a todos los demás. Hoy lo económico está en la cúspide y si este factor no va bien los demás bienes sociales están perjudicados por la carencia de recursos. Así se produce un gran chantaje social que explica que la economía debe ir muy bien, para que los excedentes del sistema sirvan para dotar de recursos a los servicios públicos y a los activos de carácter personal como la educación, la cultura y la salud.

Este postulado está en la base del circuito mental de las prioridades políticas que todos los participantes, sean del signo que sean, comparten, y es así que la valoración de la situación económica determina las decisiones sobre los recursos a dedicar para otras actividades, llamadas no económicas o de carácter social o asistencial. Toda política se dilucida en el presupuesto donde se vierten las prioridades y las convicciones de lo que es valioso. Sin embargo progresamos gracias a las ideas y a la aplicación del conocimiento a los problemas que identificamos o nos surgen dentro de nuestra escala de intereses. Y son otros intereses y las relaciones de poder las que determinan las rutas de aplicación del saber. Si tenemos en cuenta que cualquier actividad que proponga ventajas sobre una anterior se basa en la aplicación de cierto conocimiento en la solución más eficaz de un problema, podemos afirmar que mientras el ciclo de investigación se aplique en su gran parte a la empresa, con objetivos económicos de rentabilidad, será desde la economía de dónde se asignen y distribuyan los recursos del saber conforme a ésta más convenga. Hasta ahora de la competitividad derivada de esta innovación empresarial y de los excedentes que produce el nuevo modo de hacer, se extraen recursos para el espacio social y asistencial como una política de distribución de la riqueza junto con las de carácter impositivo, ya que el propio modelo económico exacerba las distancias en su distribución.

Hemos llegado a un momento donde las capacidades de producción son casi infinitas y sobran productos en las economías muy desarrolladas y faltan en otras, lo que abunda más en la idea de que el modelo de valor social debe adecuarse a las distintas formas y etapas en el desarrollo social. Para los países desarrollados vemos que la demografía y la tecnología alteran radicalmente las prioridades de los activos sociales y que incluso dentro de una región las demandas de distintos grupos generacionales son bien distintas.

¿Cuáles son los activos Sociales?

Desde una visión antropológica nuestra especie es social, simbólica, tecnológica y con capacidades extraordinarias en el aprendizaje, la transformación del medio y la percepción del tiempo. Estos atributos, entre otros, se exteriorizan en lo que valoramos como bueno para cada uno y para el grupo o grupos en los que vivimos. Lo que valoramos fluctúa en el tiempo, con la edad y con la cobertura de algunas necesidades básicas, que nos lleva a valorar otras variables como fundamentales.

Las necesidades primarias de sobrevivir y enfrentar el  futuro próximo nos lleva a acaparar recursos con fines de consumo y de comercio maximizando lo que se posee, con el fin de afrontar lo que vendrá. Esta percepción del tiempo futuro es un determinante de muchas de las manifestaciones culturales y funerarias de las que esta especie es exclusiva. Así el ahorro, el reservar recursos para malos momentos, y el intercambiar unos excedentes por otros escasos ha conducido a que la economía en sus formas más primitivas o más avanzadas resuelva un problema básico de que será el mañana y con qué recursos lo voy a pasar yo y los míos. El otro ingrediente de nuestra forma de comportarnos es nuestra vinculación social y la dimensión de los grupos en los que participamos y con los que intercambiamos afectos, ventajas, cuidados y recursos. Esta relación de a más proximidad, más confianza y cuidado, nos lleva a estructurar el uso de los recursos en formas cercanas e informales, y en formas más lejanas y más formales o explicitas con reglas distintas. El comercio y el valor de los excedentes aumentan en lugares donde se carece de ellos como recursos naturales. La distancia reduce la confianza, por no conocer ni influir en quién ha de servirse de estos bienes y por ello el mercadeo se formaliza en normas colectivas de gran alcance; los contratos.

Las formas de distribuir los recursos materiales en términos de propiedad y uso colectivo han creado los distintos modelos sociales en los que la economía como disciplina regula la gran parte de los activos tangibles e intangibles.

LOS RECURSOS económicos

El capital (Recursos) como se viene considerando desde tiempos de Adam Smith comprende los medios físicos, máquinas, infraestructuras de las que nos servimos para habitar, desplazarnos, producir, etc…  todos ellos vinculados a una inversión orientada a un futuro temporal que sabemos que existe, pero que no sabemos si lo disfrutaremos. La economía se ocupa de la optimización en el uso y resultados posibles de estos recursos a través de un  común social que es el dinero y sus formas de expresión en el tiempo, midiendo el pasado, el presente y dibujando un futuro para conseguir ciertos objetivos económicos o sociales. Los recursos son una riqueza acumulada en el tiempo, y que se traslada entre individuos y generaciones, y de las que el entorno natural -la tierra- ha llegado a ser parte de la misma.

En la economía han ido entrando de forma progresivamente los recursos naturales, cuando o bien eran ingredientes del proceso industrial o estaban sometidos a las reglas de la escasez, el uso óptimo, la oferta y la demanda. Por ello las riquezas naturales como fuente de recursos energéticos, de materias primas y de recursos alimentarios forman parte de estos activos que alora e intercambia la economía.

Como veremos más adelante se contraponen, al menos inicialmente el valor de lo natural como espacio abierto, habitable y mejorable, y el uso intensivo y no sostenible de los recursos naturales. En nuestros días podemos apreciar como la actividad humana en el uso de los recursos naturales genera un impacto en el cambio climático, como consecuencia de un desarrollo económico exhaustivo a partir del medio natural. Los recursos naturales son intervenidos y tratados en busca de la eficiencia industrial o biológica, lo que conduce a la reducción drástica de la diversidad y a la alteración de ciertos procesos en busca de mejores resultados.

Esta alteración sostenida del entorno y a gran escala llega a reducir la riqueza natural de las especies biológicas que fueron especializándose durante millones de años y son en si la fuente de la evolución natural por su capacidad de sucesivas adaptaciones a las condiciones ambientales. Este punto es el encuentro de las necesarias políticas medioambientales que se exigen a la economía productiva, que garantice una sostenibilidad del medio ambiente, su diversidad y su contribución a la riqueza social.

Los recursos económicos operan en todos los niveles desde lo micro a lo macro. Individuos, familias, municipios, empresas, regiones,…poseen activos de distintas modalidades de titularidad, y a su vez se han sofisticado adoptando formas de temporalidad diversa. Los préstamos, futuros, pagos aplazados convierten en dinero el riesgo del dinero o los beneficios esperados, construyéndose una sofisticada ingeniería financiera sobre lo especulativo y el manejo de la información. En este devenir el mundo de la tecnología de la información contribuye a crear mercados que operan solos, sin mercaderes y con ordenadores programados, y que administran cifras miles de veces superiores a lo que existe en la economía real. Aquí tecnología y la virtualidad de dinero generan una economía especulativa con beneficios para los que mejor calculan –mayores capacidades tecnológicas en computación- y los que mejor información poseen, todo ello muy lejos del el valor de uso de las cosas y los excedentes de producción que dieron siempre sentido a la riqueza económica, basada en mejores maneras de hacer fruto de la innovación operativa o productiva.

La otra gran transformación en el uso de los recursos económicos y en concreto el dinero es su apropiación y gestión singular por las entidades financieras. Si hasta ahora el dinero se ahorraba y se prestaba en una relación 1 a 1, es decir si alguien tenía ahorrados 10 euros los podía presar con el fin de que le devolvieran 11 y así obtenía un beneficio al asumir también un riesgo y dejar de disponer de recursos productivos, la sistemática de los sistemas bancarios ha superado estas fórmulas básicas. En su origen el banco sirve de punto de encuentro de muchos ahorradores y de muchos que necesitan dinero para invertir en recursos productivos. Estos podían ser naturales como el cultivo o industriales como las máquinas. El ahorrador ponía el dinero en el banco, éste lo podía prestar a un interés superior al que pagaba, por la gestión y los sanos beneficios. Pero esta visión de la función de prestar como función que facilita la economía productiva ha pasado a ser en sí misma una economía especulativa, que se redimensiona con niveles muy fuertes de riesgo y beneficio.

La práctica bancaria de nuestros días considera solvente que con un euro recogido en el ahorro se puedan prestar hasta 10 y de éstos obtener beneficios, con la certidumbre que si todos devuelven habrá para prestar a otros. Lo que ocurre es que de vez en cuando no se puede pagar porque los negocios van mal, hay catástrofes naturales y los bancos deberían quebrar. Pero como esto es alarma social deben ser rescatados por los gobiernos con los fondos de los clientes de los propios bancos o de otros ciudadanos. Este desplazamiento asimétrico del concepto riesgo que beneficia una parte cuando va bien y perjudica a la otra cuando va mal, conduce a situaciones inexplicables de crisis que siempre perjudican a la economía doméstica del ahorro y la inversión. Esta prácticas bancarias algo insensatas son trasladadas a la vida del ciudadano que adquiere préstamos avalando el máximo de su importe, aconsejado por los que viven el riesgo en dosis 10 veces mayor, o para que compren dinero muy caro  para el consumo diario con pocas garantías. El sistema financiero está pensado bajo la hipótesis de crecimiento permanente, con la suficiente inflación y en ausencia de fenómenos globales de catástrofes o desastres colectivos.

El conocimiento como RECURSO

Aunque tal vez esta expresión -economía del conocimiento- sea relativamente nueva, desde la más remota antigüedad el saber y el saber hacer han sido capacidades inherentes al progreso de los pueblos. El conocimiento y las habilidades de los seres vivos y específicamente de los animales de cualquier especie, forma una parte sustancial de su esencia como recurso vivo con capacidad de observar, decidir, actuar y aprender. El conocimiento y su destilado en forma de tecnología en los humanos es un recurso que nos ha permitido el progreso continuo mediante el proceso de descubrir inventar, perfeccionar y extender nuevas formas de hacer, que presentan ventajas frente a las anteriores. Y el conocimiento ha estado por su valor cerca de quien con él ha podido con el influir en los demás. Dominar el saber es fuente de prestigio y poder, en tanto que crea dependencia en los demás en la búsqueda de soluciones a sus agobiantes problemas. Siendo seres interesados en resolver nuestros problemas, en obtener el máximo posible con recursos limitados y en dedicar tiempo a lo que compensa, el saber hacer se considera un activo social muy importante.

Por nuestra capacidad simbólica soportada por la expresión, la cultura y los lenguajes sabemos registrar el conocimiento en forma de tecnología y sabemos trasmitirla a otros por el aprendizaje. Así el saber tácito, el del artesano o del inventor, se puede trasladar a métodos, diseños, textos, máquinas y dispositivos que lo hacen sin saber cómo. La industria se ha servido de este saber explícito inserto en las maquinas que conduce a las capacidades de producción con ayuda de la energía. Del saber hacer de forma rutinaria y con el esfuerzo del cuerpo, hemos pasado a hacer sin saber por medio de ingenios que producen de forma rutinaria miles de millones de objetos iguales. El saber sobre las formas de ejercer las fuerzas y domesticar a la energía, ha hecho que el saber sofisticado de las leyes físicas se aplique a las cosas y a su fabricación sin límites.

El resultante de este saber es un aumento casi sin límites de producir y de disponer de recursos nuevos, pero el espacio que captura este saber es la propiedad privada en forma de patentes y restricciones al uso de dicho saber. Así el cauce de aplicación y socialización del saber está en la economía que lo emplea como un bien escaso y comercializable por sus poseedores. Los sectores que más demandan un uso social de la tecnología como la alimentación, la salud, la vivienda, la cultura están invadidos por las reglas de la economía, lo que limita la expansión social de intangibles de alto valor y con ello la creación de grandes diferencias económicas entre los poseedores y dependientes de este saber aplicado.

La distribución del saber en los individuos de una sociedad es un condicionante primordial de su estructura social y económica. La ignorancia sistémica fruto de una formación incompleta o de una formación orientada a las creencias y dogmas, limitan la capacidad de autonomía y progreso personal. Los individuos son dependientes en sus libertades siempre que las respuestas a muchas preguntas vitales dependen de otros o de otras organizaciones, que tienen sus fines propios. Cuando están antes las respuestas que las preguntas, o cuando las preguntas vitales tienen las respuestas prefabricadas por otros, estamos limitando el desarrollo personal por el efecto que esas prácticas ejercen en la incapacidad de experimentar opciones, disponer de un pensamiento crítico o de resolver problemas en situaciones no previstas.

Pero hay otras escalas del saber y del no saber, menos operativa y más cultural. El conocimiento como activo es singular en su forma de conservación y traslación. Se transmite entre generaciones de forma muy próxima a la cultura, que pone en orden la importancia del saber para vivir. Cada cultura valora unas formas de enfocar el futuro y en ello está contenida la idea de que es importante sentir y saber. Éstos se inyectan en la familia y en los sistemas educativos que van más allá de las disciplinas del saber reglado que ordenan las capacidades y los oficios. La organización de la estructura social está vinculada a los oficios y responsabilidades de las personas, y a la función reconocida de las estructuras públicas y privadas. Y son todas ellas creadoras de riqueza social, en el sentido de que ésta es mucho más amplia que la riqueza económica, creada por las empresas y sus excedentes de productividad.

El progreso en la activación del conocimiento como recurso social depende en gran medida por su extensión y eliminación de límites en disponer del mismo. Pero en tanto que en si el saber es neutro, el sentido de su aplicabilidad no lo es, y ésta puede orientarse a fines muy dispares en relación con las relaciones de dominio, dependencia, cooperación y desarrollo colectivo. Las relaciones entre el saber, en su aplicación y las convicciones personales vinculadas a la ética, los dogmas y el pensamiento ientitario son cuestiones de gran transcendencia en la creación o destrucción de la riqueza social.

EL BIENESTAR como Objetivo

No cabe duda de que nadie manifiesta que el bienestar no es el objetivo final de cualquier empeño humano individual, familiar y social. Pero la cuestión es qué entendemos y cómo buscamos vivir con el bienestar. Así como los contrarios al bienestar como son la enfermedad, la inseguridad, la pobreza y la dependencia están muy claros, no es tan evidente articular cuales son los parámetros del bienestar y de lo que es suficiente. En este activo social se concretan las formulaciones de  lo que entendemos por estado del bienestar o derechos sociales básicos, que derivan de los modelos políticos de sociedad y de la gestión del balance público privado que regla el acceso a la prestación de los servicios que contiene.

El derecho a la vivienda digna, a la educación, a la salud,…se articulan en las capacidades colectivas de asumir los recursos que estos principios requieren, y que se concretan en las normas, legislación y modelos de servicio que los hacen más o menos extensos y posibles. Este bienestar general se ve sometido a expectativas diversas y realidades diferentes en función de lo que cada persona percibe como adecuado a sus necesidades y por otra parte al balance de los recursos propios de diversos orígenes y los que puede demandar de lo público. El recurso económico está siempre presente en este espacio del bienestar; por una parte lo que cada individuo o grupo puede aplicar para obtener estos servicios y por otra los presupuestos públicos que pueden garantizar el acceso a estos servicios por quienes no disponen de recursos propios.

Pero es casi siempre, y así se ha entendido bajo el término de estado del bienestar, que éste se deriva de la capacidad económica de la persona y del erario público, sin explorar y diseñar modelos de relación que creen bienestar mediante el intercambio mutuo de valor. Esta es una de las grandes oportunidades de activar otros recursos de valor social, como la responsabilidad social compartida, la organización de bienes y recursos comunes, para incrementar el bienestar y lograr una menor dependencia del impacto económico en la riqueza social.

Esta línea de acción es contraria al modo en el que todas las ideologías entienden el proceso de logro de activos sociales, ya que sean de un signo u otro todos coinciden que el rol del estado en su faceta social es la de redistribución de los recursos que el sistema económico y empresarial produce, y no consideran las opciones de creación de riqueza social sin un gasto asociado e importante. El debate es de prioridades, impuestos y derechos que son posibles atender con los recursos siempre escasos y tangibles, dominio de la economía. El diseño social busca innovar en los modelos de relación entre agentes que desmonetarice una parte de lo que podemos llamar bienestar, a través de otras reglas no cuantitativas, sino más bien cualitativas de creación de riqueza compartida.

Son muy diferentes los mecanismos de medida e indicadores que se aplican al espacio del bienestar y no vamos a detallar aquí su contenido por ser un campo muy exhaustivo. Si decir que en muchos casos se pretende medir el impacto en lo económico que el bienestar social genera y que es justo al revés como se debería entender la relación entre estos dos espacios. Cómo con recursos económicos limitados, eliminamos las pérdidas de éstos por su incorrecta aplicación y hacemos por su diseño que sean mecanismos dinamizadores de otras iniciativas generadoras de activos sociales sin costes significativos.

Un ejemplo significativo es el espacio de educación -como espacio del bienestar- donde los presupuestos no son el mayor indicador de la calidad educativa, sino más bien son los mecanismos de personalización y calidad personal de la relación entre educadores y padres los que constituyen una comunidad educativa innovadora que incorpore objetivos mucho más relevantes que los conocimientos en ciertas disciplinas.

Aunque podríamos extender mucho más las relaciones entre los capitales, merece la pena destacar al menos que bienestar y confianza son dos activos muy cooperantes. Esta cooperación ocurre por la cercanía en la relación ya que la construcción previa de confianza supone el apoyo en situaciones de complejidad, riesgo o dificultades de todo tipo. La confianza se agrega en los equipos y esta agrupación de capacidades permite avanzar en los retos y logros colectivos. Así en un espacio de confianza los aportes cruzados entre los miembros superan la mera relación transaccional, y permiten logros emocionales de mayor alcance, implicación, riesgo e innovación.

CULTURA como diversidad

Los modos distintos de los colectivos humanos de resolver las realidades sociales son un activo de gran valor, ya que contienen una riqueza de ideas, de pensamientos, de técnicas y soluciones a problemas globales y locales. La cultura aporta la expresión humana: artística, lingüística, religiosa y económica, con las que cada colectivo vinculado a un territorio ha encontrado la forma de sobrevivir y crecer de acuerdo con la diversidad de condiciones de vida. Este activo se enfrenta a un gran movimiento que en aras de la eficacia y de la industrialización conduce a unos altos niveles de homogeneización que desprecian lo pequeño y magnifican las opciones de lo grande. Cultura y bienestar personal están más cerca de lo pequeño que de lo grande, pero el sesgo de la eficiencia económica y la globalización tienden a lo contrario. Así la fabricación se ubica en cualquier parte del mundo y el comercio global traslada los productos hechos aquí o allá, no importa los usos locales, con tal que los costes sean favorables para una transacción global.

Son pocas las iniciativas donde lo diverso y diferente es capaz de superar las dificultades de su viabilidad económica. Solo si su alcance en términos de difusión es global tiene posibilidades de prosperar. Así estamos empobreciendo la diversidad local y rural no solo de los modos de vida sino también las expresiones culturales locales. La migración a las grandes ciudades supone el abandono de lo local y la adopción de prácticas urbanas globalizantes. Tal vez este tema de la cultura es el que tiene un deterioro enorme y no hay visos de cambio, ya que todos los modelos sociales de corte ideológico más o menos social consideran la dimensión y la centralización como un factor determinante de la riqueza y de la fuerza social. El sentido de lo pequeño no consta en los modos de pensar cuando se habla de riqueza, así como tampoco el sentido de la austeridad material para el logro de otras riquezas relaciones o espirituales. Partidarios de modelos liberales buscan el crecimiento como factor de ambición personas y los de corte social maximizan el papel del estado como órgano centralizador de control y distribución de recursos. Ambas ideologías desechan lo pequeño, como no valioso.

La cultura contra la cultura rinde culto a lo singular, local y específico de un entorno en parte aislado del contexto global. La comunicación, el turismo y el transporte son homogeneizantes de lo cultural y en ese sentido son destructores de la variedad, en la que se basa la esencia de la cultura y su riqueza. Cualquier evolución de lo aislado y culturalmente valioso pasa por abrirlo al turismo con lo que se transforma en una mercancía global sin sentido social. Se degrada por los motivos de su adaptación a los clientes y pierde el significado anterior para los pobladores ya que estos cambian sus costumbres. Llega con ello la parodia de la cultura convertida en mercancía global. La “shoppingcultura”.

La cultura atesora un importante contenido de soluciones que han sido útiles en el tiempo y en un entorno concreto. La suma de las culturas es un activo de la civilización humana y de todos los que idearon formas de resolver problemas. El asentamiento cultural supone un perfeccionamiento de dichos usos y la adopción de otros provenientes de culturas próximas. Por ello la observación intercultural es una fuente de riqueza y de generación de ideas ante los retos de la sociedad futura.

EL MEDIO AMBIENTE como contenedor de la riqueza

Así como los activos anteriores se refieren a las personas y su estructura interna, este activo tiene su fundamento en la inserción de la humanidad en un espacio físico llamado planeta y en el impacto mutuo de la población humana y lo que llamamos medio natural.

Es de todos reconocido el impacto de la población humana en el espacio físico del planeta tanto en los recursos inertes como en los seres vivos. Impacto que siendo menor en épocas donde la población y la técnica humana eran secundarias a la evolución de la vida, aquellas se han convertido en un vector de transformación de este espacio químico y vital. En el origen del desarrollo industrial, el medio ambiente fue un recurso al que no había que considerar, pero la posterior producción masiva y la dimensión de la población humana, crean un impacto que amenaza con sus cambios a la propia forma de vida de la que nos hemos dotado. El cambio climático es uno de los efectos de este impacto en el entorno, que constituye uno de los elementos de discusión para el desarrollo económico. También, como en el caso de la cultura este capital es rico si lo es su diversidad que contiene millones de soluciones a problemas de hoy o de mañana, construidos a lo largo de miles de millones de años.

La riqueza social del medio ambiente tiene dos dimensiones. Por una parte reconocer, conocer y fomentar la diversidad del entorno natural y por otra incidir en el valor del entorno en la calidad de vida tanto física como emocional de las personas. El cuidado y el desarrollo en términos de mejora del medio ambiente deben superar el tibio enfoque de sostener las cosas como están, a la que nos tienen acostumbrados.

Los movimientos migratorios buscan la ciudad como espacio referente de mejora de las condiciones de vida y el acceso a servicios que por su coste de distribución se concentran en unos pocos lugares. Cada vez más la tecnología de la información tiene este potencial de trasladar a la periferia de las ciudades y a las zonas rurales muchas de las opciones de servicios que se disponen en las ciudades. Este es un punto donde la tecnología como conocimiento puede contribuir a desarrollar una nueva cultura “urboagraria” en aras de una mejora de las condiciones de vida del espacio natural en el que estamos inmersos, de cara a mitigar los efectos de la urbanización masiva.

Crear una conciencia práctica de esta relación humana entre las personas y el medio en el que vivimos supone establecer marcos directos de relaciones entre los comportamientos diarios y su repercusión en el entorno natural donde se producen. En otros tiempos la terminología de las dimensiones de las cosas tenía referencias entendibles con magnitudes familiares. Una braza, un pie, o una vara eran magnitudes de medir distancias. Si no tenemos consciencia de que la combustión de un depósito de un coche en sus 600 km de cobertura, supone un proceso de recuperación del CO2  por el reino vegetal equivalente a 50 árboles durante un año, la dimensión del impacto de dicho consumo es desconocida y, lamentablemente,  ignorada. La vinculación de los medios de comunicación, el lenguaje y la tecnología pueden orientarse a preservar y desarrollar una riqueza que se creó antes de nuestra presencia en el planeta como especie y que deberíamos hacer que así siguiera.

Este activo social sirve en su cuidado y recreación como instrumento cultural y de creación de calidad de vida, siempre que seamos capaces de orientar hacia los consumos responsables y otros aspectos del bienestar, nuevos atractivos más allá de la posesión como el registro comparativo principal del valor social.

LA CONFIANZA como multiplicador de potenciales

Confiar es apostar por el otro sin la certeza de que todo irá bien. Fiarse de otro es un rasgo de generosidad, que se espera que sea recíproco, y así, sistemáticamente, ambas partes obtienen más de lo que dan. Y en los activos sociales, la confianza juega un papel determinante en la economía de recursos, en la capacidad de aprender y de crear con otros, ejerciendo un rol multiplicador.

La aplicación sistemática del conocimiento en la relación entre individuos se encuentra con las dificultades de los recelos de los egosistemas, que impiden multiplicar capacidades que logran resultados muy superiores, los ecosistemas. Cada individuo puede adoptar la posición de protección de lo que sabe y procurar obtener lo máximo de  otra parte, en una actitud negociadora, muchas veces de regateo y suma cero. Este tipo de conversación reiterada lleva a una sucesiva desconexión emocional, a un foco exclusivo en lo propio y a una pérdida de opciones posibles. Más allá del mundo de los negocios y las transacciones, la confianza impacta sobremanera en otras dinámicas como es el caso del enseñar y el aprender. Dentro de este espacio del aprender de otros, podemos afirmar que no hay educación sin una relación creciente de confianza entre el que enseña y el que aprende. Si el que enseña quiere mantener una posición de dominio, la puede construir fácilmente sobre la dependencia o la aportación al alumno de algo pero no de todo. Hacer autónomo a otro es la misión resultante de la capacitación, y esto supone trasladar todo lo que se sabe, si es posible y adecuado para ser entendido y aplicado. Para el que aprende, la confianza en quien le enseña es básica, pues confía en que le va a aportar algo valioso para él, pero no sabe si lo es y ni en qué consiste. Por eso confía.

La confianza es también una pieza fundamental del concepto de bienestar. Su contrario, la desconfianza de los otros, genera dosis muy altas de inseguridad, ansiedad y estado continuo de alerta. Si nos referimos a la salud y los cuidados, la confianza en los profesionales del sector, constituye la garantía de una percepción adecuada de calidad y de bienestar.

Pero es también en las relaciones económicas y en los niveles tradicionalmente de menos confiabilidad, como es la transacción y el documento escrito de condiciones. La confianza y la relación estable reducen os costes de coordinación, que existen en todas las operaciones, que  se ven mermados en espacios de relación muy confiables y donde con pocos signos de inquietud o inseguridad se desencadenan comportamientos de respuesta muy valiosos por ambas partes.

En un tipo de relación más compleja podemos llegar a idear modelos de intercambio de valor y de ética de valor en los negocios. Estos se sustentan en un crecimiento sostenido de la confianza, que permite  a cada parte conocer cómo lograr más, para la otra parte con la que se coopera. Saber lo que es valioso para el otro es imprescindible para crear valor, pero antes ha tenido que haber una relación de confianza mutua donde se explicitan simétricamente intereses, planes y dificultades para los logros individuales de cada parte.

La confianza está ubicada en el sustrato de la relación entre humanos y por eso es el activo cultural más relevante. Construir culturas cooperantes es un desempeño muy arduo, lento y complejo, ante la debilidad de los sistemas de cooperación, si no se protegen y cuidan en lo diario se destruyen. Si bien el resultado de la cooperación es a todas luces muy superior a otras opciones más individualizadas, la construcción de la relación de cooperación requiere una voluntad clara de diálogo, dosis importantes de empatía, y una continuidad y cultivo de los pequeños logros que se consiguen poco a poco. Lamentablemente la velocidad y la confianza no viajan en el mismo tren.

¿Cómo se relacionan los activos sociales? Mapa de transformación de activos sociales

Al sobrepasar el sentido de una sola dimensión relativa a lo económico para referirnos a la riqueza social  y al pasar de uno a seis activos, las posibilidades de transformación social son muchas y pueden ser vistas de muchas maneras. En primer lugar podemos contemplar y explicitar que relaciones entre estos activos son habituales y qué sentido tiene relaciones hoy no vigentes o durmientes. La innovación social consiste en generar movimientos transformadores de los activos sociales. Y esta transformación puede no consumir activos sociales, en términos de su reducción sino que puede y debe ser constructiva en varios de ellos simultáneamente.

Por otra parte, podemos pensar que toda intervención -un proyecto- en un contexto social produce una alteración de los balances de estos capitales. Podemos crear recursos económicos a costa de reducir confianza, que a su vez reducirá los activos económicos que hemos creado a corto, con lo que en conjunto hemos perdido activos. Otras situaciones y transformaciones pueden considerarse en relación con el plazo de transformación. Hay activos que se destruyen muy fácil como la confianza y es costosa su construcción, y otros donde no hay seguridad de un aprovechamiento posterior de dichos activos, como la difusión del conocimiento específico en alguna disciplina.

El contexto social donde se mueven estos seis capitales se caracteriza por ser:

Volátil.- Los acontecimientos internos y externos de cualquier unidad social son determinantes de los cambios de condiciones donde operar. La estructura de estos seis capitales nos puede permitir desplegar una visión global sobre la que ir construyendo los futuribles posibles. Necesitamos disponer de una “visión” suficientemente clara que nos permita orientar las buenas decisiones sobre los modos de operar en este espacio cambiante. Fruto de la interconexión en nuestros días de los espacios sociodemográficos, la volatilidad se ha convertido en una cuestión cotidiana, donde los planes quiebran en su solidez y se han de ver reemplazados por visiones suficientes y orientadoras de la acción concreta.

Incierto.- Las certezas dan paso a las posibilidades y a los caminos por explorar. No hay avance sin una clara flexibilidad de los enfoques y una adecuación continua a las realidades y contextos donde estamos. La incertidumbre sólo se resuelve con inteligencia, sentido común y orientación clara. La estructura de los seis capitales nos permite consolidar el esfuerzo durante muchos proyectos de diversa naturaleza y dilucidar qué parte de los activos sociales pueden ser recrecidos o disminuidos. Frente a las certezas de los dogmas y las visiones políticas y económicas unidireccionales e imperantes, debemos pensar en la flexibilidad de lo diverso y en la cantidad de opciones que la creatividad puede suministrarnos en un espacio rico en posibilidades, como es la riqueza social.

Complejo.- Las decisiones importantes tienen en cuenta el impacto en los factores claves que operan en una situación y no en otra. La complejidad crece por las relaciones cada vez más cortas entre cosas, antes muy distantes. Para resolver este problema creciente de complejidad, debemos optar por incorporar dos mecanismos del pensamiento que son la visión sistémica y la claridad en las prioridades. El modelo de valor social busca ordenar estos activos y posibilitar el dialogo para construir visiones compartidas que permitan un desarrollo continuo a pesar del cambio de circunstancias que llegaran sin duda.

Ambiguo.-Cuando no es fácil dimensionar las realidades y los planes, y el entorno es mucho más ambiguo, no queda más remedio que comprobar lo que funciona y no funciona. Pasamos de una preocupación por la planificación a una preocupación por la experimentación basada en la prueba y error. Pero esta estrategia es viable si salimos de los errores aprendiendo con rapidez. La velocidad en la acción concreta se torna sustancial cuando domina lo ambiguo y donde comprobar supone aplicar y evaluar con  inmediatez.

El modelo de los seis capitales y las relaciones entre los mismos (ver cuadro adjunto) nos permiten acercarnos con mejores herramientas en el diseño de proyectos para la transformación de activos sociales. De esta manera nuestras capacidades para avanzar en estos espacios de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad mejoraran y podremos trabajar en equipos con disciplinas diferentes alrededor de una referencia común como lo es “La teoría de los Seis Capitales”.

Mapa de transformación entre los seis capitales

cuadro seis capitales

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Un comentario sobre “Los 6 capitales”

  1. Gracias APTES!!! interesante ejercicio de concreción de la lectura de la generación de economía y valor en este modelo social, y bonita proyección a esta futura donde los valores intangibles también sean considerados!!
    gracias por la propuesta y la vision de este escenario futuro.

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